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¿QUIÉN EDUCA A NUESTROS HIJOS?

Hoy en día es necesario compartir y presenciar este tipo de discusión tanto en las familias como en los colegios y, por qué no decirlo, en universidades también.

En algún momento de nuestras historias fuimos nosotros mismos, los padres, quitando poder y tranquilidad a los profesores y nos colocamos en trincheras opuestas, casi sintiendo que somos enemigos, en vez de entender que la misión educativa es colaborativa y no competitiva.


Los niños de hoy tienen dos características que nosotros, los adultos, cuando niños no teníamos: son más inteligentes y tienen menos miedos. Sólo con esas dos características saben perfectamente dónde y cómo sacar provecho de las situaciones. Y al percibir tantas visiones educativas como personas involucradas en su educación, se vuelven en muchos casos, unos manipuladores que “manejan” como quieren todos los polos que los están educando.


En el estudio del ‘No Quiero Crecer’, se concluía que para educar bien a un hijo, se necesitan cinco cosas importantes: ternura, firmeza, fuerza de voluntad, paciencia y sentido del humor. Esas condiciones parten de la casa; sin embargo, creo de corazón que a los padres se nos olvida a veces que la primera responsabilidad educativa la tenemos nosotros y elegimos un colegio solo para que nos ayude en esa tarea.


Es asombroso cómo cada vez con mayor frecuencia se escucha a papás y mamás decirle a profesores: “dígale usted que estudie, que se corte el pelo, que se bañe, etc.”, transmitiendo en ese mensaje la sensación de que no sabemos qué hacer con nuestros niños. La expresión de límites es una condición amorosa dentro de la educación y para eso necesitamos a los maestros, palabra que debiera reemplazar a la de profesores si queremos comenzar a reconocer la importancia social que tienen.


Recuperar el valor de los maestros va más allá de lo económico. El reconocimiento tiene que ver con devolverles la autoridad que nosotros mismos les quitamos y eso parte desde la casa y de cómo nuestros hijos ven que nos relacionamos con la escuela cotidianamente.


Deberiamos trabajar en equipo, tener la misma visión, compartir ideas y crecer juntos -familia y escuela- para que nuestros niños no manipulen ambos frentes, siendo finalmente los perdedores al no tener claro quién los educa de verdad.


Los límites y el amor parten desde la casa, ese es el lugar número uno para convertir a nuestros hijos en personas de bien, y para que sean un aporte a nuestras sociedades. Con esté propósito los padres tenemos la obligación de pensar muy bien a quién o a qué establecimiento educacional le vamos a entregar la responsabilidad de acompañarnos en esta tarea a lo largo del crecimiento de nuestros niños. Si no coincidimos con los valores o la forma, lo mejor será buscar el lugar que nos permita trabajar en conjunto. Todo esto para no perder la perspectiva y el compromiso de formar niños o jóvenes activos y nobles para la sociedad en la que les toca vivir.


FUENTE: cosas.com.ec

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