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Amaxofobia: Miedo a conducir

“Sólo de pensar que tengo que conducir me pongo nervioso”, “Desde el accidente que tuve, me siento incapaz de coger el coche”, “Noto como estoy perdiendo facultades y me resulta incómodo conducir”, “¿Por qué me bloqueo al estar al volante?”. Pensamientos como estos se refieren a un problema mucho más habitual de lo que nos podría parecer. En el argot profesional se le llama “Amaxofobia”, que significa fobia a conducir.

En los principios de la psicología cognitivo conductual el miedo a conducir es el resultado de un proceso en el que la persona percibe el tráfico cómo una amenaza, percibe a los demás conductores cómo peligrosos y se siente incapaz de afrontar el reto de conducir.


Como fobia, significa un miedo injustificado ante situaciones u objetos que no son peligrosos en sí mismos y que no producen miedo en las demás personas. Dentro de las distintas fobias, la podemos englobar en el grupo de los miedos asociados a los medios de transporte (fobia a volar, a tomar el metro…). En su grado más extremo o paralizante, estaría relacionada con la agorafobia, esto es, un miedo incontrolable ante situaciones en las que no existe un amparo concreto si nos ocurre algún problema de salud.


¿Cuáles son las principales causas?


Existen muchas causas que pueden generar miedo a conducir, pero las mayoritarias podrían ser haber sufrido un accidente de tráfico, haber sufrido un ataque de pánico al volante o alto nivel de ansiedad en situaciones de las que no se pueda escapar fácilmente, no haber alcanzado suficiente pericia al volante o incluso no haber conducido al obtener el carnet de conducir.


Además, el acto de conducir supone manejar un alto número de estímulos al mismo tiempo: el manejo de una máquina compleja como es un coche en el que hay que coordinar pies y manos para los diferentes mandos, tener mucha atención en los espejos y señales acústicas para saber que hacen los vehículos que circulan con nosotros, estar pendientes de las diferentes señales que existen en la vía, controlar la velocidad que llevamos, aumentar la atención ante situaciones climatológicas desfavorables, ... a lo que habría que sumarle la responsabilidad que nos puede suponer llevar a otros pasajeros o pensar que nuestra vida se pone en peligro. En definitiva, un sin fin de circunstancias que hacen de conducir un acto sumamente estresante.


Amaxofobia: Conductor y ocupantes

Siempre que hablamos de amaxofobia o miedo patológico a la conducción se hace pensando en el usuario final, en el conductor que por una u otra causa siente miedo irracional a ponerse a los mandos de un vehículo y emprender un trayecto, ya sea de forma general o bajo ciertos condicionantes específicos como la noche, la lluvia o la circulación por autopistas, por citar algunos ejemplos. Sin embargo, hay casos en los que ni siquiera el más voluntarioso de los conductores aquejados de amaxofobia, es capaz de afrontar su miedo a conducir sola o solo.


Una de las formas más sencillas de comprobar cuanta tensión nos produce el conducir la podemos observar ante la actitud de ciertos conductores al producirse un atasco; se pierden los nervios y el respeto hacia los demás emitiendo toda clase de improperios e incluso llegando a la confrontación física.


Uno de los grandes problemas al que se puede enfrentar el futuro conductor es el miedo a no saber cómo reaccionar ante determinadas situaciones que le hacen sentirse tremendamente inseguro. Sin embargo, hay que saber diferenciar estos momentos de inseguridad de la verdadera amaxofobia, esa que hace que el conductor abandone el permiso de conducir tras convencerse de que conducir no está hecho para él, con todos los problemas de pérdida de la autoestima que esta decisión puede conllevar.


Otra forma de comprobarlo la podemos encontrar en los conductores noveles o con poca experiencia volante, los cuales aún están aprendiendo a dominar el vehículo sin tener el acto automatizado y pueden notar como al terminar de conducir el nivel de tensión muscular es enorme encontrándose fatigados. Obtener el carnet de conducir no supone más que el primer paso a la hora de aprender a conducir un vehículo. Los sentimientos de “ser manejado” por el coche más que tenerlo bajo nuestro control pueden ser frecuentes. Por ello, muchas personas tardan más tiempo del habitual en superar esta fase y los que no lo consiguen son fuertes candidatos a sufrir amaxofobia.


Pero no son los conductores faltos de experiencia los únicos que pueden sufrir amaxofobia. El miedo a conducir es cada vez más habitual en conductores con muchos años de conducción y kilometraje, que les puede sobrevenir por múltiples causas: haber vivido un episodio traumático como una colisión, sufrir estrés continuado o ataques de ansiedad, entre otros, son situaciones que pueden actuar como desencadenante del miedo a conducir.


Cabe destacar el alto grado de incomprensión que sufren las personas con fobia a conducir. Para muchos conductores, el manejar un vehículo no supone mayor problema que las tensiones asociadas a los factores externos y el considerar que los demás pueden ser incapaces de conducir, o hacerlo con miedo, está fuera de su percepción. Este hecho supone un problema añadido para las personas con fobia a conducir ya que dicha incomprensión puede acabar mermando su autoestima.


¿Cuáles son las principales vías que producen temor?

En general podemos destacar vías en las que no se pueda ejecutar una respuesta de huida en caso de sentir angustia, como las autovías o grandes avenidas, el ir a cierta velocidad (por encima de los 100km/h) o el circular por carreteras sin arcén.


También hay que destacar las vías desconocidas para la persona, ya que le generan mucha incertidumbre. Por último, no hay que olvidarse de los viaductos o puentes, los túneles y las pendientes pronunciadas, donde puede existir combinación de la fobia a conducir con otras fobias.


Tratamientos y tiempo necesario para volver conducir

Debido a que la casuística del pánico a conducir es tan amplia y variada, es complicado establecer un tiempo medio. Además, para muchos casos, sería necesaria la combinación de tratamientos multidisciplinares, lo que a veces no está al alcance de todas las personas. Por mencionar algunos ejemplos, podría darse el caso de una persona que haya sufrido un momento puntual de ansiedad súbita producida por una sobrecarga de estrés y en tan sólo 3 ó 4 meses podría recuperar la normalidad de la conducción.


Como en otros trastornos fóbicos la respuesta de huida-evitación produce en el sujeto una sensación de alivio de la ansiedad, que se mantiene por refuerzo negativo. Esta respuesta llega a ser tan poderosa que se vive cómo la única posible para hacer frente al problema. Por este motivo esta fobia requiere un múltiple abordaje:

  • Modificar las ideas sobre la amenaza del tráfico y los demás conductores.

  • Cambiar la autopercepción de competencia por parte de la persona.

  • Suprimir y evitar la respuesta de huida en el tráfico.

En un primer momento, se analizan las ideas y expectativas que la persona tiene sobre el tráfico y sobre su capacidad para afrontar las dificultades que éste presenta. Este trabajo intenta modificar aquellos pensamientos ansiógenos que dificultan la terapia de exposición.


En el tratamiento de exposición se realiza en tres etapas, claramente diferenciadas:

En la primera, se utiliza un vehículo adaptado, que permite en una situación controlada iniciar la exposición del sujeto al tráfico y mejorar sus habilidades cómo conductor, cuando así sea necesario. De esta manera se vuelve a habituar al conductor a las situaciones temidas, jerarquizándolas, según una creciente dificultad.


En la segunda el paciente ya ha adquirido estrategias para soportar y reducir su ansiedad. Es en esta fase cuando el sujeto, acompañado del terapeuta, circula con su propio vehículo afrontándole tráfico y sus dificultades.


En la tercera, el cliente comienza a circular en solitario mientras el psicólogo, en otro automóvil, consigue que le siga. Posteriormente intercambian sus posiciones Para poder evaluar su habituación al tráfico.


El objetivo final es que el sujeto, tras una exposición gradual, sea capaz de desarrollar una autoexposición de manera controlada y autónoma. Para ello se le diseña un programa centrado en sus desplazamientos cotidianos, adaptado a sus necesidades. Se realiza un seguimiento a los tres, a los seis meses y al año de finalizar el tratamiento.


FUENTE: www.seguridad-vial.net

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